miércoles, 3 de septiembre de 2008

XXI

A veces puedo ser tan metódico y meticuloso que me sorprendo. ¡Pero es evidente! Claro que va a resultar más práctico y prolijo realizar dos orificios en los vértices superiores del cartón de leche; ya que si hacemos sólo uno, al servirnos, el pobre envase comenzará a aglobarse, falto de aire. Ahogado e intentando aletargar el milagro de verter escasa lactosa sobre ese mar finito con color a riachuelo y olor a desvelo, comienza a vomitar entrecortadamente, e infla su vientre lanzando agonizantes burbujas de aire. Finalmente, respira lo justo y necesario para seguir viviendo (para seguir vertiendo), y continúa su ardua lucha hasta que nosotros, cafeinómanos omnipotentes, decidamos bajar el cartón y liberarlo de nuestra tortura. ¿Quién ha de ser tan cruel para hacer sufrir así a un pobre cartón de leche?

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