domingo, 29 de agosto de 2010

DLXXVIII: Flasheadito



ya no tengo dios alguno
que pueda cambiarme el rumbo
voy directo al fin de todo y yo flasheadito,
lo recibo con tanto amor...

lunes, 23 de agosto de 2010

DLXXVII: Carrera al sol

Recuerdo aquellos tiempos de libros prestados y desafíos tan inconducentes como jugarle esa carrera al sol que se filtraba por la rendija de mi ventana, ya con ojos orientalizados, con el fin último e impostergable de leerte de corrido. Renglón tras renglón, descubrirte se hacía insoportablemente cruel. Cruel por la lejanía, por esa física distancia ante semejante cercanía. Esa misma que, tanto como el amor, desgarra el pecho sin hacerlo veramente, sin bendecirnos con la extremaunción, librándonos así a toda una vida de incertidumbre, soñándote conmigo y sabiéndote aún ajena. El desafío no era al sol, el desafío era a tu abrigo, a tus brazos como tenazas enalteciéndome -y anidándonos- en un amor inclaudicable. Te leo repetida y me enloquezco por sentirte. Por apretar esos dedos una vez más, por rozar bajo la frazada del invierno nuestros cuerpos con tan poco miedo, con tan pocos límites. Quiero jugarle una carrera al sol, y ganarle por añares. Ser la liebre que, sin pausa, cierra el libro y sigue leyendo. Ahora otra historia, una cierta. Una con vos.

sábado, 21 de agosto de 2010

DLXXV

me tiraría en la playa a mirar el horizonte
tomaría mates lavados que duren toda la mañana, y otros iguales, toda la tarde
pondría tango bien temprano
dormiría bajo las estrellas
si me da frío, me metería en la carpa y me envolvería en la bolsa de dormir con mil frazadas
estarías ahí abrazándome para que me pase el frío
nos miraríamos todo el tiempo
nos dejaríamos llevar
me aburriría y querría cambiar el mundo
dejaría la calma para aventurarme a otros horizontes (distintos al del fondo del mar)
daría la vida por aquello por la que otros la pierden (no estoy ofreciéndola ya a su meced, acaso?)
haría canciones más lindas que las que hago
leería mucho
escribiría más
no me frustraría por pertenecer a algo que no termino de comprar
extrañaría tantas cosas de ese algo que no termino de comprar
sonreiría cuando me mires
moriría cuando te vayas
dejaría de planificar cosas
las haría y punto (y.)
visitaría amores cada tanto
esperaría visitas más seguido
no tendría
sería
aprendería a volver a sentir
lloraría a cada rato
no lloraría de angustia, lloraría de felicidad y de tristeza
no sabría nada
quedaría afuera
conocería mis adentros
me independizaría de proyecciones, cargas, juicios y expectativas
no existiría la victoria ni el fracaso
haría deporte para ganar o perder
no querría ganar la vida, querría vivirla
querría que me acompañes siempre
querría que nos entierren juntos
querría haber dejado de sentir en potencial, y haber hecho más temprano

DLXXIV: Ismael Serrano, No Reconozco



No reconozco a ese tipo que mira asustado
desde el espejo de las escaleras mecánicas.
Allá donde todos miran buscando, qué sé yo,
tal vez una sumergida Atlántida
o un mechón rebelde,
algo perdido entre los recuerdos o los dientes.
Será simplemente que no estás a mi lado.

Salgo a la calle después de comprar viejos discos
que me recuerden, como no, a ti.
La distancia y el amor tienen esa costumbre
de mezclar el placer con las ganas de sufrir.
Salgo a la calle y enciendo un cigarro
-no pude dejarlo, ya sabes-
pensando que tal vez el humo se ha de llevar
mis plegarias hasta ti.

Ya ves que la vida tiene el mal gusto
de seguir su curso sin contar conmigo.
Todo parece un decorado triste y obsceno
porque no estás tú.
Ya ves que el mundo no tiene la delicadeza
de pedir perdón por echarnos a un lado
de malas maneras para seguir su camino.
Todo parece un teatro mal interpretado,
amarillo, cuarteado,
porque no estás tú,
porque no están todas las noches de marzo
que yo te he robado nadando en tu ropa,
todos lo demonios buenos,
todos los deseos naciendo en tu boca.

Luchando con las arañas grises del olvido,
como el hombre menguante en un inmenso Madrid,
busco mi coche perdido. Lo encuentro hundiéndose
como el vapor que abandonó Lord Jim.
Y por casualidad paso por la calle que te vio llorar.
Trampas tiene la ciudad y ¿quién quiere escapar?

Llego a mi casa cansado, vencido y Penélope –es lista–
esta vez tampoco me esperó.
Pongo la tele; pongo la colada y nada
me hace escapar de tu recuerdo, del dolor.
Siento que muero y fuera en la calle ni París ni aguaceros.
Será el invierno, la gripe, el momento
o que no estás a mi lado.

Pero, aunque la vida tenga el mal gusto
de seguir su curso sin contar conmigo,
yo sé que un día será soleado y tranquilo
porque estarás tú.
Aunque el planeta no tenga la delicadeza
de pedir perdón por echarnos a un lado
de malas maneras para seguir su camino,
yo sé que un día todo será diferente,
feliz simplemente,
porque estarás tú,
porque estarán todas las noches de marzo
que yo te he robado frente a tu portal,
todas las nuevas promesas
que escriben la senda a Nunca Jamás,
todos los sueños y el tacto
leve de tus manos buscando en mi ropa,
todos los demonios buenos,
todos los deseos naciendo en tu boca.

DLXXIII: La cama

La cama es un buen lugar para morirse. Lentamente, eximido de vanos heroísmos y de pasiones inconclusas. De sentires excelsos y movimientos imprudentes, impertinentes. Los fantasmas de la cama revolotean las callejuelas empedradas del despojo, en la angustia de no tener nadie a quién asustar más que otros tristes muertos, menos blancos, tan diáfanos. Tumba del recalcitrante soñador de realidades, en posición horizontal. La horizontalidad, férrea manifestación póstuma de los cuerpos, muertos sobre un colchón y tantos cojines de pluma blanca. La cama no es un buen lugar para morirse. Es el único o, al menos, el mejor. Para morirse de pena, de tristeza. Para morirse de amor y matarse de enamoramiento. Desfallecer en la caricia dulce que se mece sobre tu espina. Fundirse en ese abrazo. Despedirse mutuamente o en soledad. Exhalar todo el tiempo, deseando que la última sea la mejor. ¿Quién te enseña a morir? ¿Quién estará sentado a los pies de la cama para cerrarte los ojos? ¿Reincidirá ella acariciando mi pelo cuando pretenda revivir? 

lunes, 16 de agosto de 2010

DLXXII: Encrucijada en el diluvio

Te parás bajo el farol. Suspirás y abrís los ojos en dirección al universo. Reconocés todo aquello que no vive más que en vos y sentís la lluvia cayendo y empapándolo todo, lavando profundas heridas, corroyendo arraigos imponderablemente inútiles. Cae la gota aventurada en tu frente y se desliza lasciva por el dulce perfil de tu rostro que tan acostumbrado me tiene, acariciando tus mejillas en el paréntesis que dibuja tu sonrisa, al son de un ignoto humedecimiento. 

Allí me pierdo, me amalgamo con la lluvia y tu sonrisa, entre las gotas del diluvio universal y tu cáliz de vida eterna que sueño y ansío. Dejás caer una lágrima que es aguja en el pajar de la tormenta, se lanza impertinente al mar de las dudas de un empedrado erosionado de historias y ajenas sales. Pero sabe que sólo la tuya podrá escribir la verdadera historia, la historia sin final de la pesadumbre enamorada, que deambula sola en una calle de Palermo en otras líneas temporales, tan lejanas al cucú de la casa de la abuela, o la pulsera dorada que esos hombres tan concupiscentemente anhelan. 

Vos ahí, bajo el farol y la lluvia, haciendo tiempo a que mis pasos te alcancen. Los sabés reiterados, casi tuyos. Casi tanto como conozco yo ese sordo repiquetear de tu válvula sanguínea. Los silencios y distancias. Los veranos. 

Serán tiempos de urdimbres carnívoras y asesinatos majestuosos, cuando nuestros caminos se crucen en esa esquina, en ese farol. Cuando el diluvio caiga impiadoso, más el agua no apague el fuego y regalen tus alas el viento que lo avive. 

domingo, 15 de agosto de 2010

DLXXI: Semillas de primavera

No tengo necesidad de escribir, me invento. Me invento necesidades y momentos porque prefiero inventar a tener, y soñar a cumplir. Elijo escribir porque antes -sin saber desde cuándo, como en un sueño-, te elegí a vos. Y sentí reciprocidad en el encuentro, en las miradas. Tras los áureos crujidos que regaló este otoño, fue llegando la gelidez del miedo. Ese distante, encubierto y malicioso, que alejaba el invento de toda realidad. Y ahora te escribo, porque te siento. Pero no así aquel momento, siempre detesté forzarme. Encuentros simétricos, lugares comunes que se tornan trillados y a la vez, perfectos. La dulzura de tu compañía en cada encuentro, aunque con dos lágrimas de fernet para no aventurarnos a cruzar el umbral; y morir más allá del espejismo, sin llegar a penetrar otra realidad posible. Sin sembrar en ella, o en mí siquiera, esa primavera que florece de a dos, al menos una vez al año. Sin amalgamarnos en la rosa que crece vertiginosa, sin aventarnos de clavado a un futuro distinto al que imaginamos.

viernes, 13 de agosto de 2010

DLXX: Piedra, piedra

Dos veces no. Claro. Esa del pasado, que quedó circunscripta a la jurisdicción de otros tiempos, se replica, como haciendo sapito entre las líneas temporales y apareciéndose en el hoy. En este que se imanta con mi presente. La misma y distinta piedra filosofal, preciosa. Y toda la magia que la circunda, mal llamadas blanca y negra. La adoro, en todas sus formas. Pero dos veces... Piedra, piedra. Pum, piso! 

DLXIX: Elecciones indivisibles

"Mirarte en la frecuencia donde alcance que tiembles mi deseo sin que se devaste tu camino. Imposibilidades varias, la mía siempre es anterior. Renunciar para aparcarte el espacio en el que no renuncies, y mientras tanto aminorarme. ¿Dónde me traiciono más? Apropincuándome al respeto a que te sigas o silenciando lo que no quiero pedir. Pedir siempre se me hizo agua de exigencia, y eso no corre cuando tratamos sentidos, cuando lo que se da debe pasar o morir. Y en la mayoría de mis casos resulta que muero para no pasar así como un fantasma conformista y predador, que asume el riesgo de coartar una luz, una elección. Pero es que a veces –las más veces- acabo eligiendo no elegirte o no elegirlos, si asoma la posibilidad de que no puedas o no puedan hacerlo por sí mismos. Cómo si de mí dependiera fomentar sus ansias –las tuyas-, haciendo claroscuro de las propias. Debería seguirse conmigo en el camino, como si la opción de mi ausencia no existiera, no porque de hecho no exista sino porque sus vísceras gritan que no desean transitar sin mis sombras y mis colores."

Vos sabrás de dónde es...

sábado, 7 de agosto de 2010

DLXVIII: El Reino de las Soledades Andantes

Frágil, la memoria del caleidoscopio amalgama soledades en un idéntico plano temporal. Aquí y allá, hilvanados en el cronos de lo inalterable, recordándonos extintos pero aún vivos. Nuestro árbol bajo una intensa lluvia de verano, torbellinos de mi hojarasca en las primeras horas de tu septiembre. Reflejos solitarios del otro lado del espejo, verdades derrumbadas junto a los disparos de la memoria y el jazmín de tu paraíso. Despertares de una plaza, cómodos y congelados, que arremeten con vehemencia ante las dudas del zorzal. Cantan en lenguas extrañas, los dominios de las soledades andantes.

martes, 3 de agosto de 2010

DLXVII: Viento

No queda más que viento, y una hojita que lo acaricia desde el cielo. Una bolsa que danza para la cámara, la hojarasca alborotada, haciendo su entrada triunfal a Macondo con las penas ajenas que lo circundaron eternamente. El gorrión y su aleteo, que se auna con el viento y transmuta en una misma cosa, se entrelazan y trascienden por la fuerza alquimista de una empatía que derriba formas, las diluye. Como la brisa circular que envuelve al mundo, desafía la fuerza gravitatoria del peso y de la masa, juega un juego romántico e inapelable que carece de toda regla, y te invita a jugar con él.

domingo, 1 de agosto de 2010

DLXVI: El espejismo



Vivíamos el cándido espejismo.
Ingenuos, devorábamos sumisos
ilusiones
creadas para nuestras inventadas
y justas necesidades.

Y entre anuncios que nos recordaban
que éramos felices, un disparo
de realidad
hablaba de explosiones, de tormentas,
de la guerra y del hambre.

Pero era un eco tenue, muy lejano, algo difuso.
La realidad termina donde acaba el espejismo.
Contentos con el miedo y endeudados, nos dormimos
mientras otros trazaban el futuro.

Pero a veces
sueño con romper el muro, el espejismo.
El mundo duele menos si te miro.
A veces dudo de estar cuerdo, más aún,
de estar vivo.
Intuyo que más allá del espejismo,
más allá de este único camino,
existen nuevos paisajes,
futuro escondido,
tantas cosas por nombrar,
tantas por hacer,
todas contigo.


Un día despertamos entre gritos.
Se derrumbaron muros, diferencias
y mercados.
Vimos resquebrajarse la fachada
sólida del espejismo.

Y todo aquello que un día fue un eco lejano
se instaló en nuestro barrio. Y la serpiente
de la realidad
descubrió la mentira y nos echó
de aquel falso paraíso.

Supimos de la lucha y de la tragedia ajena,
de la vergüenza no televisada.
Miramos a los ojos a la historia, el fin del mundo
sólo empieza cuando llega a casa.

Y ahora que
por fin se ha roto el muro, el espejismo,
el mundo duele menos si te miro.
Ya no dudo: no estoy cuerdo, más aún, estoy vivo.
Ahora sé que más allá del espejismo,
más allá de este único camino,
existen nuevos paisajes,
futuro escondido,
tantas cosas por nombrar,
tantas cosas por hacer,
todas contigo.

Tras la tormenta queda reinventar el mundo,
aunque haya quien hoy quiera levantar otro espejismo.
La realidad termina donde acaban nuestros sueños,
pues vivimos.