lunes, 30 de abril de 2012

sábado, 28 de abril de 2012

jueves, 26 de abril de 2012

#Chernobyl | 26 años

Felices 26 años, les desea la industria nuclear argentina. ¡Y que vengan muchos más!

lunes, 23 de abril de 2012

domingo, 22 de abril de 2012

#DepredaciónSustentable por el #DiaDeLaTierra

(y feliz día de la tierra para todos)


Quiero compartir la posición de Observatorio Petrolero Sur, "una respuesta militante a las agresivas políticas de promoción de la actividad hidrocarburífera en Argentina", como ellos mismos se definen en su sitio. Está claro que la depredación viene de la mano de distintos sectores, y el hidrocarburífero no es el único.

La explotación minera del oro, insustentable por definición y sobrevaluada por omisión -el 90% del oro del mundo se usa para especulación y ostentación-; del Uranio, radiactiva y motivada únicamente por la voraz adicción nuclear que pone en riesgo al mundo entero con sus reactores intrínsecamente inseguros; la deforestación alimentada por la expansión de una frontera agropecuaria depredadora basada otra adicción, bien argentina, la soja, entre tantas otras.

Lo que motiva mi inclinación por publicar este artículo es lo oportuno y lo certero de su aparición. El festejado proyecto de Ley de Soberanía Hidrocarburífera -o "la expropiación de YPF", como algunos lo quieren hacer ver-, no es otra cosa que el preludio de una vehemente avanzada sobre los recursos naturales, amparados bajo los dogmas de un nacionalismo de anteojeras, que avala una violación siempre que se haga con fines patrióticos. Celebramos, muchos, volver a controlar parte de nuestros recursos naturales.

Tal vez este no era el modo, tal vez Eskenazi también merecía que parte de su impaga participación accionaria fuese expropiada, y no sólo la parte del grandote español, quizás la búsqueda del enemigo externo que se cayó luego de que los aliados latinoamericanos no apoyaran el reclamo por Malvinas en la Cumbre de las Américas traiga aparejadas consecuencias peores que las previstas. Todas incertezas. La verdad es la única realidad. Y la verdad es que este proyecto, independientemente de su Título III, es la luz verde a un desproporcionado avance de los intereses económicos -YPF S.A. sigue siendo YPF S.A.-, por sobre los derechos de los pueblos y las decisiones energéticas de los ciudadanos de la Nación. Y eso es algo que, al menos, no debemos meter en la misma bolsa de banderines y piñatas en la que metemos que el 51% de YPF vuelva a flamear celeste y blanco.
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Un buen puntapié para iniciar el debate


Posición del OPSur ante el proyecto de ley de Soberanía Hidrocarburífera
Foto: OPSur
La tan esperada medida de avance efectivo del Estado sobre el petróleo y el gas es hoy en día una realidad. No se ven mayores inconvenientes a una aprobación directa en el Congreso Nacional.
La recuperación en el control y gestión del petróleo y el gas por parte del Estado nacional ha sido bandera y objetivo político de numerosas organizaciones, de las cuales somos parte. Sin embargo, no creemos que la medida apunte a la raíz de la situación y pueda ser tomada como punto de inflexión en la superación del marco regulatorio neoliberal, por lo menos hasta este momento. A su vez, el debate público –donde primó un punto de vista económico en desmedro de abordajes ambientales y sociales- se ha centrado únicamente en el por qué y el cómo. El para qué de la medida, según el proyecto de ley, apunta a alcanzar el autoabastecimiento energético y el equilibrio de la balanza comercial. Sin embargo no se llega a dilucidar el día después con mayor profundidad, los únicos indicios son el explícito interés sobre los cuestionados yacimientos no convencionales. La formación Vaca Muerta -que se ubica principalmente en territorio de la provincia de Neuquén- es la que más intereses despierta -aunque también existen otras cuencas en el país-; el escenario futuro, podría ser de profundo riesgo ambiental y social para gran parte del país, como lo demuestra la experiencia internacional.
Que el árbol no nos tape el bosque
Si bien celebramos la medida creemos que debe ser el puntapié inicial y no el cierre del debate energético, que se ha circunscripto a un abordaje económico. Consideramos que aún hay mucha tela para cortar.
Todavía no ha habido un pronunciamiento sobre los pasos a seguir respecto al marco regulatorio neoliberal que actualmente rige el sector, principalmente los decretos de la era menemista 1.055/89, 1.212/89 y 1.589/89. La vigencia de la desregulación y la libre disponibilidad del recurso lo definen como un commodity y no como un bien estratégico, más allá del supuesto cambio de paradigma que significaría la expropiación de las acciones de YPF, expuesto en la fundamentación del proyecto.
Asimismo, no se ha planteado el aumento de las regalías para todo el sector, en la Argentina los gravámenes son de los más bajos a nivel mundial y en clara disonancia con el camino emprendido en los últimos años por otros países de región. El aumento de las regalías sería una forma genuina de capturar parte de la renta petrolera de todo el sector, no únicamente de una empresa -que hoy detenta menos de un tercio de la extracción total de petróleo y gas.
La implementación de un plan de transición energética hacia una matriz ambiental y socialmente sustentable, sostenido con aportes de la potencial recuperación de la renta hidrocarburífera, tiene que ser parte del debate. No debería encerrarse únicamente en si el Estado debe intervenir o no en el control de los hidrocarburos o la recuperación de la renta petrolera, como condición excluyente de cualquier otra medida. La amplitud e integralidad de aristas, por sus profundas implicancias sociales y ambientales, debería aunarnos en un debate. Esto no solamente mejoraría considerablemente el modelo energético que tenemos y queremos, sino que también apuntalaría qué país nos gustaría construir para nuestra generación y las venideras; este sería efectivamente un ejercicio de soberanía energética.
Contradicciones: extracción para exportar y autoabastecerse
Dos de los puntos más destacables de la medida son la declaración de interés público del sector y sus diversas etapas, como lo expresa el artículo 1 del proyecto enviado al Congreso por el Poder Ejecutivo, y la creación del Concejo Federal de Hidrocarburos. Ambas darían mayores herramientas al Ejecutivo nacional, sumando la parcial expropiación, para un control más férreo del sector. Consideramos que tanto en el proyecto como en los debates posteriores, la primera plana del gobierno nacional se ha auto exculpado de cualquier responsabilidad que le quepa en los casi 9 años que lleva al frente de la Casa Rosada. Asimismo, ha corrido del eje la responsabilidad que tendrían que asumir los gobernantes provinciales, quienes muchas veces han actuado como representantes de las trasnacionales para lograr el mantenimiento y el incremento de los beneficios empresariales. En este sentido, la incorporación del grupo Eskenazi dentro de YPF no es mencionada por parte de los funcionarios nacionales, ni en el proyecto ni en los debates públicos. El rol y función que juegan los empresarios locales, en alianza con las trasnacionales, es olvidado en la definición de soberanía hidrocarburífera que propone el kirchnerismo. Este craso error, y en virtud del potencial escenario de alianza con el sector privado para acceder a los futuros niveles de inversión requeridos, no puede ser dejado de lado. Desde este espacio no esperamos que se ‘rasguen las vestiduras’, sino que subrayamos que el diagnostico oficial no repara en la necesidad de un cambio estructural del sector en ningún momento.
En esta línea, las palabras de la presidenta Cristina Fernández son claras en el sentido de que esta medida no es una ‘estatización’. La invariabilidad del status jurídico de la empresa, que continuará siendo una sociedad anónima, refuerza la idea de que su comportamiento no distará de la lógica de sus pares. El nuevo rumbo que se imprimirá en YPF y en todo el sector, de acuerdo al proyecto, apuntaría por un lado al autoabastecimiento (que revierta la tendencia deficitaria en la balanza energética y comercial) pero también, y paradojalmente, a la generación de saldos exportables. En otro de los puntos del proyecto se sostiene que la extracción hidrocarburífera “racional” apuntará a contribuir al modelo de acumulación imperante como prioridad, estimulando la competitividad de la economía en su conjunto.
La insustentabilidad como eje
¿De qué forma será posible que Argentina pueda autoabastecerse, garantizar el recurso a las generaciones venideras y, al mismo tiempo, exportar? La tendencia declinante de las reservas hidrocarburíferas no solamente son motivo del saqueo rampante del subsuelo emprendido por las trasnacionales, sino también un signo de que las cuencas tradicionales del país han llegado al llamado ‘peak oil’ o punto máximo de extracción (de hidrocarburos baratos y de fácil acceso). ¿Cómo paliar esta situación? Desde despachos empresariales y públicos la resolución a este dilema es la extracción de hidrocarburos de yacimientos no convencionales.
Argentina es la tercera reserva mundial de gas según un informe de la consultora Advanced Resources International Inc. -contratada por el Departamento de Energía de EEUU-, repiten sin cesar los funcionarios gubernamentales. Omiten, sin embargo, que un estudio oficial del gobierno de Polonia redujo a un tercio las cifras que la misma consultora atribuía a ese país –presentado ante la opinión pública como el ‘paraíso de los yacimientos no convencionales’ de Europa. O incluso EEUU, donde las reservas declaradas por las empresas empiezan a ser cuestionadas por estar ‘infladas’.
Tampoco los impactos ambientales y sociales que ha significado el desarrollo de este tipo de explotación en EE.UU. son tenidos en cuenta a la hora de proponer su implementación. La prohibición que pesa sobre estas técnicas de producción en Francia y Bulgaria o las moratorias que impusieron algunos estados de EE.UU., Sudáfrica, Australia y el Reino Unido de Gran Bretaña, entre otros, tampoco se mencionan.
La industrialización masiva de áreas rurales, la afección de economías regionales, el uso indiscriminado de agua, la pérdida de soberanía alimentaria por parte de agricultores, la contaminación comprobada (por la Agencia de Protección Ambiental –EPA- de EEUU) sobre tierra y agua y el indudable impacto sobre la salud de los habitantes serían datos menores para el discurso económico desplegado en los últimos días.
Sin embargo, el ministro de Planificación Federal y ahora interventor de YPF, Julio De Vido, ha dicho que Repsol deberá pagar por los pasivos ambientales. El gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, ha sido el precursor en este sentido y anunció que demandará a Repsol por el pasivo ambiental que dejó la operación de la compañía en territorio provincial. Pero, una vez más, la preocupación ambiental es una variable de negociación en donde lo que no se pone en tela de juicio es al sector en su conjunto, sino que se cuantifica la naturaleza como si fuera una mera mercancía. En el marco de la crisis ecológica global, que tiene entre sus principales razones la quema de hidrocarburos, el país pospone necesarios debates sobre una de transición energética y una verdadera sustentabilidad.
Nos preguntamos si el aumento de participación en el sector por parte del Estado nacional redundará en una adecuación de la industria a los derechos de los pobladores locales. Vasta información documenta las recurrentes violaciones de derechos humanos por empresas privadas, especialmente sobre campesinos y pueblos indígenas. En este sentido, nos alerta y preocupa la benevolente mención -en los fundamentos del proyecto de ley- de la prioridad que tiene en México la extracción de hidrocarburos por sobre cualquier otra forma de ocupación y uso de la tierra. ¿Hasta dónde estarán dispuestos el Estado nacional y los provinciales a avanzar con la frontera hidrocarburífera? ¿En qué medida se garantizará un ambiente sano para las generaciones presentes y futuras de continuar profundizando la matriz hidrocarburífera?
Buenos Aires, 19 de abril de 2012.
contacto@opsur.org.ar – (011) 4373-6303/4

sábado, 21 de abril de 2012

#CristinaEsHistoria

Vamos con la primera autóctona.

(interprete según su ideología)

¿Miedo?

Primera de lo que espero sea una seguidilla de frases enmarcadas. Feliz sábado. Dejá el miedo en el placard. Salí a reír sin reparos, a hacer el ridículo o a comerte el mundo. Hacelo sin miedo. Fuera de las paredes.

(el miedo construye paredes)

domingo, 15 de abril de 2012

Experiencia 360° | The Wall

Hoy vi una versión de The Wall en formato fulldome proyectada en el Planetario, en el marco del BAFICI. Un amigo me avisó de la novedad, y a los segundos le confirmé mi participación, sin dudarlo un segundo. ¿Por qué? Porque es barato ($15), claro; porque es The Wall, también; pero sobre todo, porque ya el propio formato en el que se vive esa experiencia, me pareció haber captado toda la esencia de la obra de Waters (con pizcas de Gilmour), sin siquiera haber visto un avance.

La obra de Aaron McEuen hace propias las intenciones de eternidad que se dibujan en las letras y el guión de The Wall, rompe los esquemas establecidos y le da una vuelta de tuerca a la forma de ver un musical como The Wall. McEuen rompe las puertas de la percepción, apoyado en la inigualable banda sonora creada por la máquina de abstracción que fue Pink Floyd durante los 60s y 70s.

Esta apertura sensorial, la búsqueda de nuevos espacios y formas para exhibir obras de arte que pueden repetirse hasta el hartazgo resignificándose una y otra vez sin pisarse los pasos, logró que experimentase sensaciones internas inenarrables, no halladas hasta entonces, o al menos no manifiestas. ¿Cuáles? Realmente no lo sé, no dije inenarrables porque quedaba lindo, era cierto. Sólo sé que fue fuerte.

El delirio estuvo captado al 100% por el director, cada gota estuvo interpretada desde una nueva óptica y con excelencia. Lo que faltó fue violencia. The Wall es violento, por definición. Una pared que divide, margina, aísla tapa y corroe, es violenta por su mera existencia y la genera desde el momento en que es. McEuen no plasmó toda esa furia contenida de la obra, que se cantó en el 79, se dibujó en la película de Alan Parker unos años más tarde, se eternizó en los 90 sobre el suelo de una Berlín reunida, y me partió el alma en River hace un mes.

No sé si fue acción u omisión, pero toda esa violencia me la dejó servida para sentir en extremo y entregarme como nunca a una adaptación muy buena, de una obra suprema. Si hubiese existido esa cuota que creo le faltó exteriorizar en la adaptación, tendría que decir que el film es magnífico; pero no. Incluso sabiendo que así, tal como está, me dejó experimentar sus vacíos con cuotas de personalidad transmitida al domo del Planetario, como si estuviese viendo The Wall dentro de Atucha II, yo fuese el núcleo y estuviese a punto de fundirme y hacer volar todo a la mierda.

Esta experiencia de domingo, muy distinta a otras, me dejó una nueva confirmación -y van...- de que The Wall será inmortal, siempre que busquemos trascender los marcos que nos endulzan para convertirnos, a través de nuestros pequeños actos de todos los días, en nuevos ladrillos en una pared que merece violencia, que pide a gritos que la derriben.