miércoles, 29 de octubre de 2008
LXXVIII
Enseñame a mirar con tus ojos. Pero no para ver tu realidad, sino porque sé que mirás con los ojos del corazón. Porque el mundo no es el mismo si lo concebimos como seres llenos de energía, que creyéndonos carentes de ambiciones. Y la sonrisa que se dibuja en mi rostro no es hoy por pensar, sino por encontrar aunque sea, un espíritu divino. Dejar de hablar de amor, para hablar de paz y de efervecencia espiritual. Olvidarse por un rato de la razón como concepción totalitarista, para que se haga más mágico el momento en que volvamos a encontrarla. Así de rebuscado es el aprendizaje, así de inesperado. Pero también, así de gratificante. Gracias por una sonrisa.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
10:00
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