sábado, 18 de octubre de 2008

LXVII

Andrés dice que las musas no son asuntos pendientes. Pero yo tal vez tengo uno que, sin quererlo, tuve la urgencia de postergar. Y juro que dan ganas de escribir no una, mil canciones en su nombre. Una que hable de la Soledad, una del 2 de Febrero, una del Parque Rivadavia, otra de su sonrisa, y tantas más que tan sólo de ser tocadas, hagan que los oyentes se enamoren de su entereza. Quizás hoy me vuelvo a hermetizar, pero no me desvivo por eso, ni creo incluso, que sea una gran salida. Pero entre tanta sombra, ver que ella, sin hablar, se preocupa por que todo sea perfecto entre nosotros (aún cuando ya no queda nada), adorna mi alma con guirnaldas de un carnaval ausente e inesperado. La tristeza puede ser superflua. Lo verdaderamente hermoso, es que si el fuego necesariamente debe extinguirse, lo haga tan inmaculado, como aquella chispa adecuada que supo encenderlo.

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