miércoles, 8 de octubre de 2008

LVIII

Definitivamente hay mundos paralelos y subyacentes a esta superficialidad cotidiana. Y hoy quiero mencionar dos aspectos totalmente opuestos. Está el costado espiritual que origina toda acción física o exterior; por caso, el expresionismo vanguardista de comienzos del siglo XX o la "descripción densa" que implementó Geertz en sus estudios; y demás manifestaciones artísticas o herramientas de estudio que se inmiscuyen en lo más profundo del accionar humano. Pero también hay un mundo donde las relaciones sociales no son tales, sino meros códigos, interpretados y descifrados por aparatos tecnológicos especialmente desarrollados para esa tarea. Estoy descubriendo Facebooks, Sónicos, Twitters, Zookodas y demás herramientas para manejarse fluídamente en el ámbito 2.0, y los cuales facilitan la comunicación intersubjetiva. Ahora bien, suena un poco absurdo, e incluso algo Robertocarlense, sumar "amigos" en un Facebook, sólo porque aceptan una invitación o ven nuestro perfil. Creo que en cierto punto, ésto degrada valores esenciales del hombre, aunque seguramente sea por mi obsoleto romanticismo. Pensar que hablamos todo el día con alguien por chatear, mensajearse o interactuar en esas modernas redes sociales, no creo que sea más que una forma de tenernos más bajo la lupa, mecanizando (aún más) los lazos de conveniencia que nos atan. Critico, si, pero ahí estoy. Obviamente por factores de conveniencia, ubicando a ciertas cosas donde realmente tienen que estar. Las relaciones vivas y reales las tendré personalmente, con gente viva y real.

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