domingo, 5 de octubre de 2008
LVI
Bartolomé Mitre al 3000 es una postal añeja, arrugada y descolorida. Incluso el pavimento se ha teñido de olvido y despojo. Bajo el radiante sol, sólo se dibuja en su superficie, la sombra de aquellas zapatillas colgadas que siguen luchando por sus dueños, como perros fieles e inseparables, incluso en el más eterno de los letargos. Las banderas resquebrajadas, de vigilia hace ya casi cuatro años. Viendo por la reja se ve el portón violeta de Cromañón, realmente erosionado por el paso del tiempo y la inactividad, y uno parece sentise en un pueblo fantasma. Porque eso es Bartolomé Mitre al 3000. Es la representación empírica y fidedigna de lo que reside en nuestro interior, de lo que quedó. De las únicas sobras que paradójicamente no sobran, faltan. Esa calle es la ausencia. Esa calle es cada uno de nosotros.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
14:51
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