jueves, 9 de octubre de 2008
LIX
Llegamos al capítulo LIX, y es una ocasión especial para recordar a Warren Sánchez. Pero no será más que para evocar su buen nombre. Prefiero desprenderme aquí de la angustia social que generó ayer, un triste episodio en el colectivo. Principalmente me cuesta entender cómo las víctimas de la indiferencia e irreverencia institucional, no pueden insurreccionar y alzarse en defensa de sus derechos. Pero más me resisto a creer que aún cuando alguien lo hace, en lugar de apoyarlo, la masa opte por mirar hacia adentro (muy hacia adentro), y no acatar razón alguna de un legítimo reclamo, puro y no violento, por el bien común. Vivimos de la queja. Estamos formados en una cultura en la cuál una supuesta crítica constructiva basta y sobra para regocijarnos en nuestro conformismo. Y sí, es cierto, la no violencia individual no funciona; pero en definitiva, puede ser la chispa que converja en un alud humano organizado e inquebrantable. Realzando así la vehemencia propia de la desobediencia civil. Agrupando insurrectos que intervengan espacios públicos creativamente, no aceptando normas por simple imposición, sino priorizando su correcta aplicación por parte de las instituciones y el respeto por sus usuarios. Si, parece que hablo de Greenpeace, pero con valores y formas similares, podemos lograr cambios en nuevos ámbitos. En las metrópolis, no habría nada mejor que ser dichosos paladines de la justicia social y el buen vivir. Espero y rezo, por tener la paciencia suficiente para poder organizarme. Por generar un grupo que de forma pacífica busque cambios en lo cotidiano de la ciudad. Desde no esperar una hora el colectivo, hasta dar vivienda a aquellos que duermen a la intemperie; pasando por la desorganización institucional de los ferrocarriles (y sus consecuencias), por los boliches mal habilitados, y por los códigos de edificación que degradan el paisajismo porteño. Espero ésto no muera aquí y sea sólo un punto de partida, para generar cambios en la ciudad en primera instancia, y expandirnos ilimitadamente. Casi como en un sueño...
Publicado por
Mauro Fernández
a las
15:16
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