martes, 17 de noviembre de 2009

CCCLXXXII: Incidencia

Amo incidir indirectamente, de refilón al menos, en una elección como esa; el normal crecimiento, la formación. Amo haber quebrantado lo insensatamente prohibido; de haberme atrevido sólo a lo que un hombre es capaz de atreverse -nadie se atreve a más-, al desafío de amarte sin importar cómos, cuándos ni cuántos. De cada segundo, cada respiro, esa arena. De la sal inmiscuyéndose irreverente en unas dulces páginas de febrero. El Guevara más oculto, en el motor de nuestra revolución, pero sin la boina encastrada, sin disfraces. Amo mi incidencia en tus reacciones, casi tanto como la tuya en mis acciones. La que disueña un razgo tal vez eterno con su nombre en tu muñeca. Tus labios tan míos, las mañanas de cápsulas eternas, los errores. Amo cada uno de nuestros errores, porque fueron auténticos y no hay verdad que los revierta. Amo las llamadas oportunas y las respuestas inesperadas. La preciosa incidencia que tiene mi gris sobre tu sepia antiguo, y viceversa.

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