domingo, 15 de noviembre de 2009

CCCLXXVIII: El circo de un Armani manchado

Tienen delegados los escuadrones de la muerte. Tristes cadetes vestidos de negro políester rayado y zapatos brillantes, hábiles timoneles que naufragan el movedizo barro de la historia. Gordas sombras que se pierden entre los lujos de la ciudad, se eximen de culpa en cobardes huídas etéreas, mientras su alevosía encubre la tenencia de los hilos de la mayor historieta jamás escrita. Complicidad y groseras carcajadas aristocráticas fluyen por la alquimia de la percepción del hombre común -el tonto de la película-, quien señala con odio vil a aquel triste delegado que ya encarnó su rol como propio. Grandes actores. Estrellas del magno circo de la lujuria, corbatas corporativas a los pies de la cama de una triste prostituta y el Armani manchado de excesos. 

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