Siga regalándose comas, siga escribiendo la biografía de su vida más allá del exilio cruel del sentir más profundo. Mátese a besos con la muerte y déjela tirada, cansada, enamorada. Tanto que siempre quiera volver a golpearle la puerta. Y de tanto en tanto, déjela entrar; disfrútela en la cornisa de la existencia; sienta en ausencia y vuelva a sentir.
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