viernes, 6 de noviembre de 2009
CCCLXX: City Tour (4)
Los espejos magnéticos de la entrega repentina insurreccionaban en su mente y oía el corazón disparando al cielo como la columna revolucionaria que toma La Habana y libera a sus pueblerinos. Mientras ella abría sutilmente su puño acariciando cada moneda, último mimo antes de despacharla a la fosa común del despojo, el chofer sonrió. La señora del asiento de adelante leía con mirada triste y perdida el folleto de una óptica, y la pareja de atrás se mataba a besos contra la ventana semiabierta, de cara a la luna. Todo había vuelto a moverse, pero en distinta dirección. El cuadro repentinamente tomó colores no soñados, sacros violáceos que fulgían a cada instante, y ya no era ella el epicentro del sismo interno, sino su único horizonte.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
13:18
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