miércoles, 28 de enero de 2009

CLXX

La atmósfera se exprime a sí misma, librando al universo todo el sudor ajeno que la compone. Una sustancia pastosa, entreverada de sudor y sangre, protegiendo a los más suertudos del los rayos del Sol padre, que ilumina y arde. La baba rojiza chorreando obscenamente del inescrutable paño atmosférico, nos invita al deleite, a los ojos abiertos, a un grito ahogado. Un túnel, un túnel pasajero es pasaje al devenir. Mis ojos esféricamente abiertos, lo observan en su creación (¡divina creación!). Y me inmiscuyo en su entraña, con repulsión, con el vómito entre los dientes; sintiendo hechas carne, a las transpiradas efigies que cuidan silenciosamente de mí. Fluctuando entre la excitación y el homicidio de mi propia condición humana, exijo me digan cuál es el fin de este túnel... Sean capaces de develar el secreto; entre la vitalidad de la tierra jamás será revelado. O mejor no digan nada, y acompáñenme. Acompañen a contagiarme de su sangre, a beber el brebaje sudoroso de todo ser igual a mí. Pegoteémonos, acongojémonos, vivamos el festín de los muertos. Sus almas corren inquietas por el infierno, entre el fuego pasional y los latigazos del diablo, adorándolo por su generosidad. Y el hombre, olvidado; su crueldad, perdonada. Su futuro... colgelado. 

No hay comentarios: