miércoles, 28 de enero de 2009

CLXVIII

Todo comienza con la simpleza de una pequeña chispa, concebida del frotamiento perfecto entre dos cuerpos. Una chispa que puede incendiar países enteros, o morir siendo chispa. El espectáculo inefable que resulta la contemplación de este espectáculo es inigualable; pero ser parte y protagonista del show, no podría jamás compararse con nada. Una chispa puede convertirse en fuego en cuestión de segundos y así esparcir su aroma por doquier, desde el cielo hasta las sábanas, invadiéndonos por los sentidos y los sentimientos. Hay fuegos que son a prueba de agua, porque aprehenden a convivir con la chispa que los originó. No arrasan con ella; el hecho de ser fuego no los hace omnipotentes. Y entonces, conviviendo, fuego y chispa, ni el agua ni el aire pueden jamás apagarlos. 

El fuego de hoy es indescriptiblemente ardiente, pasional y único. Lili estuvo en cada rincón, desde mis 13 años, quizás desde antes y yo no la reconocí como tal. Pero su estrella, jamás brilló como brilla hoy. Su chispa, nunca fue tan impetuosa. No imaginé nunca, un fuego tan efímero y a la vez tan eterno. Amo lo indescriptible de esta llama. Y aunque escriba bien seguido, puedo afirmar que sé nada sobre el reino de las palabras. Amo, adoro, aprecio, agradezco, disfruto, vivo, comparto, sonrío, resplandezco, ardo... Ardemos. 

Sobre fuegos no hay nada escrito. Sobre el nuestro, quemaríase el escribiente, corajudo y persistente, sin el don de saberse ausente. Ser parte de algo, es ser algo que en parte, no es el todo en sí mismo, sino por ser par de su acompañante. Niña artista, pintora y en vida, no pierdas nunca esa chispa, que mantiene viva la mía; que alimenta el fuego del alma.

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