lunes, 26 de enero de 2009

CLXVI

Y mis interrogantes dejaron abandonada su más intrínseca cualidad, para moldear su forma, transformándose en exclamación de certezas empíricas e irrebatibles. Mi insaciable y animosa curiosidad, así como el impulso profundo de conocer sus momentos más íntimos, se sabía por el camino correcto. El sutil empinamiento de su olfato, no es el mismo bajo la luz de la luna, o las tenues luminarias de una cápsula inmaculada. Su lengua inquieta colándose entre la mordedura perfecta de su sonrisa, agudiza su peculiar instinto entrometido cuando acaricia jugosamente cada milímetro de mi existencia. Los interminables caminos de su cabello, pueden fácilmente convertirse en nidos enmarañados de pasión ferviente y extenuante. Todo lo desconocido fue arrasado por la impetuosidad de los momentos compartidos; como una inquisición movilizada por el amor a los instantes, y la libertad de sabernos únicos. Y no dejar nunca de sorprenderse ante cada acción, o de sentir cada vez más fuerte el cosquilleo en las entrañas ante sus ojos predominantes, es el verdadero secreto para no dejar nunca de descubrirnos, más allá de los descubrimientos.

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