sábado, 6 de diciembre de 2008

CXIII

Fuera de cualquier tipo de fetiche sexual o de otra índole, afirmo rotundamente que hay pies con los que prefiero no cruzarme. En estos corrientes tiempos veraniegos, todos salen a relucir con honra el punto más austral de sus cuerpos, como si los demás estuviésemos expectantes de tal grado de exhibicionismo. A grandes razgos, creo que sólo un 7,5% de los pies que vemos en el subte, en la calle o en los colectivos, son dignos de ser mirados. Con el restante 92,5%, sinceramente no me sentaría ni a tomar un café. Mucho menos los metería en mi cama o me metería en las suyas. Cuenta la leyenda materna, que años atrás, ante un cartel publicitario con una mujer semidesnuda en la playa, sólo atiné a espantarme al grito de: "MAMÁ, ¡¡SE LE VEN LOS PIES!!". Gracias a Dios (si éste efectivamente fuese el padre de la creación en su totalidad), hay algunos que son únicos, hermosos y que merecen nuestro amor y nuestro cuidado. Esos que quizás, descuidados, no caminan, sino reptan por el asfalto porteño y se desnudan al llegar a la paz hogareña (o no tanto). Es por ellos y sólo por ellos, que hoy levanto mi copa y brindo. Por que terminen en paz este 2008, sigan andando con esa gracia y resplandeciendo a cada paso. Al 7,5%, a ese par, a los únicos... ¡salud!

No hay comentarios: