No es que tenga poco que decir, sino mucho, pero entremezclado. Las ideas y los sentimientos intentan llevar adelante una convivencia armoniosa para no tentar al genocidio mental; pero su carrera es tan intensa que no se permiten repuntar entre sí. El gato toma carrera lentamente. Corre y salta al árbol: falla, rebota, me mira cabizbajo y con ojos rebosantes de vergüenza. La pasión de Cristo y los paradigmas del sufrimiento en las sociedades actuales. El amor y el perdón. Amistades de siempre, viejos amigos y amigos viejos se superponen como siempre en mi fluctuante estabilidad relacional. Las aventuras, las comodidades; letrados y letrinas... no tan distintos (o al menos no siempre). Los graznidos y el refunfuño magisterial de quien no supo predecir la obviedad. Y, como si fuera poco, eso no es todo. Un fin de semana largo y rico, principalmente en ojos abiertos. Poder ver, más allá de los cafés en Starbucks o la fastuosa histeria aristocrática (y no tanto) de Fallabella; más allá, también, de la rica bebida y las hermosas pilchas.
En fin, cuestión de ser quien sos, porque la piel se regenera; pero los conocimientos se acumulan para abandonar el imperio de la ignorancia, de una vez por todas.
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