lunes, 11 de agosto de 2008

XI

La mandala ejerce una fuerza tan intensa que no deja vía libre para escapar. Me inmiscuye en lo más profundo de sí, obligándome a descifrar los enigmas de su interior. El viaje es vertiginoso, inquietante, pero transcurre en un profundo silencio que hace vibrar mis tímpanos sordos. Absorto, puedo percibir levemente el sonido de los grillos en la enredadera. Más en lo profundo, oigo acaparar el silencio a las turbinas lejanas de un avión, rumbo a tierras desconocidas. La sensación es similar a aquella noche bajo cielo costero y a la orilla del mar, en la que contemplando un infinito estelar, supe reconocerme sólo como una partícula más del todo que nos converge. Más mágico aún es aterrizar de ese vuelo y seguir en el aire. Oír al grillo ahora más próximo, junto a la ventana, silbando Cantata de Puentes Amarillos, como si fuese su lengua madre... Así, aprendí que posar es en vano, como no dormir.

Hasta mañana, si la vida lo dispone.

"Las almas repudian todo encierro... Mañana es mejor."

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