lunes, 30 de marzo de 2009

CCXXIII

Otro treinta y el niño que alguna vez fui, se retuerce por las calles venerando sus ángeles perdidos. El polvo de las estrellas, desdibujado en el cielo de los hologramas -sutiles espejismos de seguir viviendo-. El remordimiento fue anticipado; la anticipación, tardía. Todo patas para arriba en un carnaval premeditado que paradójicamente, nos tomó por sorpresa. Y después de muertos, nos echaron a la vida sin preguntar. Así como la primera vez, pero ahora con un paño gris sobre los ojos, anticipando todo lo que aún no habiamos visto, ni volveríamos a ver. Forcejeando con el viento, asaltándolo por la espalda y en un constante estado de sitio emocional, quizás podremos ganar la batalla que libra una marca de jabón para la ropa, y que ya se ha convertido en mi lait motiv existencial.

No hay comentarios: