sábado, 21 de marzo de 2009

CCXV

Terminó el verano amigos. Ahora sí, podemos volver a exacerbar nuestro tinte melancólico que, más que un tinte, es un manchón desparramado y desprolijo que nos ahoga en su sangre azul de recuerdo. A partir de hoy, el grito hundido de la pampa húmeda vuelve a ser cuestión de Estado, según las normas de nuestra constitución interna. La chacarera del gordo legüero, pasa a ser música de fiesta. Tenemos el permiso universal para ennegrecer cada acto sublime de enamoramiento imprevisto; para sepultar cada floreciente crisantemo en la infinidad de nuestros jardines; para asesinar al maldito amor que tanto miedo da. Por eso es que no siempre hay que pedir permiso. Por eso es que a caballo regalado, mejor patearle los dientes.

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