Sigo sin entender las guerras, sigo sin entender el fútbol. Definitivamente las pasiones futbolísticas o nacionalistas, nunca me han tocado lo suficientemente de cerca como para hacerme llegar a comprender a quienes mueren -y lo que es peor, matan- defendiendo sus colores. Azules y amarillas, celestes y blancas, por dogmas ideales o descensos directos; la muerte no cuaja en mi ecuación. Será que además de ser poco comprensivo, nunca me apasionaron las matemáticas.
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