martes, 3 de marzo de 2009

CCII

Días atrás, un amigo me propuso escribir en este espacio acerca de la pérdida del hábito literario, del lenguaje propicio en el habla, de la ferviente e intensa búsqueda de la palabra adecuada y su (¿inseparable?) media naranja: el momento oportuno. Y no hay expresión más exacta en ciertas oportunidades, que un sutilmente enunciado: la concha de tu putísima madre. Pero no por fácil es correcto, sino por fiel. "Hacerla fácil", "ser directo", o "hablar para que todos entiendan", no son justificaciones válidas para expresarse como la mismísima mierda. Hay veces que el caso requiere una frase líneal para ser correctamente explicado. Pero hay otras, muchísimas otras, en que la fidelidad de la palabra para con el sentimiento o la situación vivida, nos llevan a hurgar en lo más profundo y recóndito de las hojas de nuestros diccionarios, y aún así podemos seguir vastos lustros sin encontrarla. Quizás eso sea lo desesperante que nos lleva a caer en las banales garras del tan enfermizamente recurrente "bolóh". Quizás no seamos lo suficientemente voluntariosos como para ser fieles con nuestros propios sentimientos. O incluso, tal vez seamos tan irrisoriamente superficiales, que preferimos seguir hablando como el orto incluso cuando la situación pide a gritos la búsqueda sutil y profunda de la palabra adecuada.

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