domingo, 1 de marzo de 2009
CCI
El día se empeña en empaparnos de soledades húmedas y obsecuentes. Los intensos rayos del sol penetran firmemente las pequeñas partículas que nos quedan por llover. Y todo me evoca tu presencia. Soñar tardes de mar o de pelopincho, cuando el sol cocina lento. Mate, bizcochos, cine hogareño y cucharita inescindible; cuando la lluvia sorprende a mi ventana. Pero al verte, fotográfica, sin whisky y aún sonriente (como en aquella foto -¿parámetro?-) me revuelco en la tierra, removida y embarrada; bajando del vuelo inconsistente que nos descubrió, para saber que también en nuestro cielo existe un suelo. Y casi como en un templo cristiano, en mis rezos siento que una sonrisa tuya bastará para sanarme, como un símbolo, como un bálsamo. Entonces te respiro en soledad, te amo a la distancia y elijo no buscarte. Ya nos encontrarán nuestros paralelos caminos en alguna intersección mágica, en algún momento preciso.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
15:34
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