jueves, 26 de febrero de 2009

CXCVII

¿Nunca soñaste la emancipación de las ventanas? ¿Nunca esa libertad de poder mirar al horizonte como a un hermano siamés que nos acompaña toda la vida -todas las vidas- en posición horizontal, juntos desde la cama y en la simpleza de un desayuno matero, destechado y compartido? Las espigas bailando con ritmo de viento de amanecer, fulgiendo áureas por la pura inocencia de un sol naciente. La mirada ahogada en la profundidad de tus ojos es el embarque a una luna de miel infinita por los caminos de nuestras almas. Y el resquemor de los capítulos pasados, son arrancados en esta reformulación literaria y constitutuiva que nos converge. "Nos los representantes del pueblo del Amor Puro..." nos concebimos en la inmensidad de un hogar sin muros; nos reificamos en la nada absoluta que nos regala este todo alado. Sin ladrillos porque repelemos toda simbología del claustro gris; sin miedo, porque es el cáncer homicida de la voluntad fiel y presente. Un hogar sin dirección postal, sin timbres ni puertas de entrada. Un hogar que te invito a visitar cada vez que no te resguardes en frágiles verdades de porcelana; uno al que estás invitado siempre que vueles alto, como gaviota de cien vidas. Un hogar que vivenciarás, cuando trasciendas el tiempo, las formas y el espacio.

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