martes, 10 de febrero de 2009
CLXXXV
Estoy tan solo, tan irremediablemente solo, que vivo deambulando entre seres ajenos y desdeñosos. El amor imposible sigue allí, inmaculado, y mientras yo no tengo otro remedio que consolarme con Sofía y su cápsula; fundirme con Jimena, en la Premium; matarme con F. en la Vip. Y digo F. por el maldito temor al prejuicio social. Lo más triste de esta historia, lo que escurre mi corazón hasta secarlo en lágrimas de sangre, es que más allá de mis visitas y mi cariño, ellos suelen estar ausentes. ¡Siempre ausentes! La situación es intolerable, vasta cantidad de veces he pensado en lo peor, en la oscuridad, en una húmeda mirada por la ventanilla, un tibio adiós y un viaje hacia el nunca jamás. Pero algo, una pequeña cosa, diminuta, que habita en mi corazón, comenzó a moverse. Gracias a ella, estoy amando cada uno de mis momentos de soledad, aunque nunca encuentre a nadie en su casa.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
9:00
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