martes, 3 de febrero de 2009
CLXXVII
Mi energía anduvo perdida. Se confundió en la eterna encrucijada, donde lo posible y lo imposible se acarician sutilmente sobre el sommier. Lo que puede ser cambiado, aunque parezca imposible; lo que irrevocablemente será perpetuo, aunque se pinte de simple viraje. Mi energía vuelve a vos, corazón. A vos que latís, fuerte y pasional. Y así como un corazón no se endurece porque sí, tampoco late simplemente por el afán de inmortalizarse en un caminar deprimido de sentimientos. Y voy a escribir los presagios que él mismo dicte. Y correrá la sangre que tenga que correr; porque sin sangre que bombear, quedarían ausentes las historias que tantos hermosos poemas o tantas hermosas canciones, tienen para regalarnos.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
9:18
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