viernes, 6 de febrero de 2009

CLXXXII

Las yemas de mis dedos se impregnaron de tu aroma;
mis labios, mi hocico intrépido.
Lo huelo, me huelo, te huelo;
lo hago y me espejo hurgando en un flashback;
vestigio sensorial que todo lo trasciende.
El tiempo y el espacio,
un retorno quieto y vívido.
La más maravillosa prestidigitación,
la ilusión de inmortalizarse,
de soñarse, durmiente o ausente.
Y no hay Carsons Escarlata, crisantemos ni jazmines,
ni colchones sin cojines,
que testifiquen bajo palabra, la fundición de nuestro todo.
Viviendo fuera del universo interior,
sintiendo, lejos del corazón.
Soy el sonámbulo de las historias pasadas,
el durmiente, en los extrañamientos impíos de la luna sola.
Soy una murga desenfrenada, cuando lato entre tus piernas;
un bolero del Nano, cuando el iris de tu mirada me encuentra;
una triste y desencordada mandolina, cuando las almas vagan ajenas.

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