jueves, 12 de febrero de 2009

CLXXXIX

Las sorpresas que otorga la vida son rotundamente inexplicables; tanto las infinitas intersecciones de nuestros caminos, como los caudalosos afluentes de nuestros mares relacionales, vivenciales, existenciales. Y lo más cómico es que solemos emprender todo principio, con una cuota de resignación que reza un: "No puedo". Pero luego, al hacernos fuertes y encausar todo propósito ideal, el no puedo muta en un: "Si quiero, puedo". Lástima que sigamos sin querer, pero todo cambia, todo converge en un altivo y consecuente: "Definitivamente, ¡quiero!". Una vez que queramos, todo es más fácil, pero el confort de lo conocido se empeña en apegarnos al pasado. Es entonces, cuando la guerra se torna incontrolable. Pero si algún día lo enfrentamos, y miramos adentro, no sólo querremos, sino que pragmáticamente Haremos. Entonces, todo será hermoso; nuestra voluntad, oída; nuestro presente, auténtico; nuestra compañía, eterna.

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