viernes, 8 de enero de 2010
CDXXV: Taraxacum
Dando vueltas por la web leí un comentario acerca de los asiduos trabajadores del pan que, inmediatamente, fue reminiscencia perfecta para recordar aquellos blancos peludos voladores que inundaban la ciudad de los niños. Eran como sortijas libres y naturales, sin hostiles calesiteros ni Xuxa como banda de sonido ensordecedora y vespertina. Aquellos volátiles rebeldes, extripados por voluntad propia de la Taraxacum que los aglutina en sociedad en campos tan recónditos como los finales del arcoiris, o también como los principios del arcoiris -aunque ciertamente menos inquiridos, por adolescer de la compensación áurea del metal-. Hoy, tras mucho tiempo de no cruzármelos flotando por el smog de la ciudad ni danzando por doquier con el éter de su gracia, me invade la duda de saber si los panaderos fueron víctimas de una silenciosa extinción sin noticiero, o si mis ojos ya no saben desnudar esos destellos de simple felicidad del trajín de la cotidianeidad y el paisaje repetido.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
13:59
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2 comentarios:
Existen aún, pero lejos de la General Paz, en lugares escondidos como Casanova.
Me alegra saber que siguen existiendo, aunque duela saber que la Capital dejó de ser su hábitat. ¿Qué será de nosotros y nuestros niños?
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