un todo
fundiéndose los elementos en una densa bruma
que refleja el fulgor ajeno de la luna
en su cuerpo amorfo.
Las cuerdas reverberan, como la amistad
en el aire y como el ardor de las picaduras,
irritantes tras la calma paciente.
La ciudad como banda de sonido
con sus costumbres y reflejos,
pasándonos por alto (o nosotros
en cuclillas).
Vestigios del festín estallan en las nubes
y un mosquito se posa en mi dedo
tres minutos.
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