Podría, es tan semántica
y pragmáticamente
potencial,
que se condena a sí misma
a la tortuosa rueda de la repetición
y la inconcreción, con la alevosía del dolo.
El grito del mundo,
tan romántico como
condenado.
Podríamos, deberíamos
podrían, deberían.
Si quisieran,
¡Que quieran, o la muerte!
Y no son.
Ni pueden.
Quizás deben,
pero no pueden.
O no quieren,
y los matamos.
Pero no lo haríamos,
-ni podríamos-,
pero aún así,
ni queriendo,
ni pudiendo,
ni debiendo,
ni haciendo;
el potencial se salva
y se hace realidad.
Ni así, por el conjuro
que lo originó.
Sin razón,
ni corazón.
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