viernes, 7 de agosto de 2009

CCXCVII: Volantazo

Pareciera que el jirón de mi vestidura que tiempo atrás me fue arrancado, germina en la tierra como si de una fértil semilla se tratase. Desde la embolia existencial que da a luz el desarraigo, parece animarse impertinente no sólo una hojita, no sólo una flor. Es, en realidad, el árbol infinito de las probabilidades indescifrables, de los coeficientes no interpretados, los mundos no soñados. Asoma el purgatorio de las reglas del juego, donde los mandamientos se ponen en tela de juicio y la biblia asa mollejones en la parrilla de Juan Carlos. La semilla de la fertilidad contagia aquellas estóicas pasturas que toda su existencia han soñado el protagonismo de una historia de amor, de un triste verso en un poema de Oliverio. Hoy, tristes pastos estancados, pueden crecer allí donde ayer yació un cuerpo adormecido, porque hoy -sólo hoy-, los ignorados devienen en inquebrantables próceres, y las quejas vacías del conformismo se hacen aullido de guerra, en la instancia de cambiar el rumbo.

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