lunes, 3 de agosto de 2009
CCXCV: Diecisiete días
Diecisiete días. Los elegí entonces y los elijo ahora. Cuando la magia empezó y cuando se le puso fecha de defunción. Cuando un rito caprichoso del día dieciocho cerró el libro de poesía sin terminar de leer la última rima. En el principio que precede otro principio, sigue siendo mi elección. Lo hermoso del arte es que puede alcanzar la eternidad, pero siempre desde lo efímero. No pude dejar que ésto no fuera arte, y te sigo eligiendo efímera. Claro que quedan poemas por leer, lo sé, lo siento... La varita del tiempo no está en mis manos, no elijo controlar sino contemplar. Por eso, nunca sentí modificarte, aunque estuvieses meses de viaje en otras costas, preferí el naufragio de dejarte ser sin ojos ciegos. Y allí estás, entera, divina, ajena. Un logro. Otra sonrisa que me gustaría compartir con vos, aunque se quede dormida en mi cama.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
2:08
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