Ni una mueca partida osó cruzar el límite de lo permitido; ni un vago refunfuño. Ni las caras torcidas por lo innecesario, ni el grito hastiado de la intolerancia. Ninguna lágrima derramada, ni un suspiro exasperante. Nada de todo aquello que nos hizo ser uno, es hoy fango de remordimiento. Ni un beso imposible; ni un mínimo desvarío. Ni un futuro venturoso, ni un ayer convertido.
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