viernes, 17 de abril de 2009
CCXXXVII: El espíritu de Diógenes
Tengo tantas historias de amor con los caninos habitantes de este planeta y tan pocas con sus mujeres, que siento me marcan así un camino. Al pasado o al futuro, pero al fin, camino. Vivir como ellos, ser el Diógenes del S.XXI, despreciado por tantos, con envidias subyacentes e insoslayables, ¡pero no fueran a saberse nunca! ¿Cómo envidiar a quien nada tiene? ¿Qué ansiar de quien sólo tomó prestado un cuerpo humano para enseñarnos a no poseer? Quizá esa vida instintiva y animal sea un acercamiento al Dios que tantos compran en estatuillas. Y quizá la razón sirva sólo para resquebrajar las empresas ideológicas de sus guardianes más fervientes. Tendiendo puentes, permitiéndoles el paso a este lado, donde las hortensias visten de novias y son venerados los muertos.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
9:30
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