martes, 7 de abril de 2009
CCXXXI: Hogar, dulce hogar
Soy una especie nómade e inconformista que no sabe nada de líneas de llegada. Siempre en la huída, con la vida pisándome los talones; al parecer, inmerso en obsoletos pero profundos rocanroles sin destino. Cerca del umbral, no suelo reconocerme en casa. Aquí o allá, escapando o estancado en un mismo sitio, no araño siquiera ese lugar soñado. Aunque a veces, sólo a veces, me siento en camino. Incluso, algunas tantas, me veo protegido por muros herméticos, junto a la cálida lumbre que le hace la guerra al más gélido invierno exterior. Bajo un sentido abrazo femenino, que me cuida y me observa con la mirada de un hada madrina, de una doncella de ensueño. Y repentinamente, miro alrededor y el hogar se desvanece. Del fuego que ardió, sólo vestigios en la ceniza anaranjada. De los muros protectores, una celda eterna de desolación. Del amor que viví, un recuerdo constante, comprado en promoción junto a la pasión de la noche. No repitan errores. Recuerden siempre leer la letra chica.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
12:47
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