miércoles, 15 de abril de 2009

CCXXXV: Impresiones de Santa Rosa, La Pampa (III)

Al salir, empapado de una divina e inconciente inmunidad, sentí hecha carne la práctica de repetidos dogmas de eternidad. Con las bermudas sudando aguas verdes, y mi alma escurriendo estructuras y otros males, me bufé irónicamente de instituciones ajenas e impuestas. Oriné impunemente sobre el "no se puede". Me cagué con enérgica pasión intestinal sobre los cimientos del Bien y el Mal, establecidos por un Dios cotizado en bolsa gracias a los fundadores y protectores de esta gloriosa Patria Capitalista, que impera alrededor del globo. Entonces, y sólo entonces, terminé de leer a Sábato, me comprometí a la entrega personal por la Vida común, y seguí mi camino en el descubrimiento silencioso y casi asceta de la capital pampeana.

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