martes, 7 de abril de 2009

CCXXX: La liturgia de las despedidas...

Escucho el grillo... el campo. Cierro los ojos y lo oigo. Viajo a un rancho pequeño, rodeado de verde. Y en la vereda de enfrente, cruzando la calle de tierra, un alambrado margina a los caballos. Soy sólo un niño; miro hacia arriba. Veo el farol encendido, un destello de esperanzas en la noche azul, hambrienta de luz y sueños. Padres de una oscuridad bautizada en dulces océanos, los santos se erigen inefables en la cornisa del horizonte. Despiden carreolas de incertidumbre encaminadas a esta vil empresa, humana e imponderable. Estallan las copas de sangre divina, enardeciendo los inútiles cuerpos abandonados y amontonados sobre una efigie dorada. Y la sustancial ataraxia campestre, lava de males nuestras almas y nos muestra señales fuera de rango, donde ese litúrgico ritual de la despedida, se esconde tras la inocente llama de un viejo farol a la intemperie.

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