martes, 4 de mayo de 2010
DXXVIII: B 612
La revolución es azul, como azul eterno es la nostalgia y azul oceánico, la añoranza. La paleta deviene en pentagrama cuando el pincel se le atreve a su clave del sol, al compás que se siente y no se oye, sino entre menores y bluenotes. En la voz de Serrano o BB King, en el cielo o en el agua, el planeta desde lejos, los abrazos de ocaso. Fuertes sus abrazos, más sentidos que ninguno. No nos pertenecemos, nos vemos cuando el sol dispone, segundos hilvanados entre la inmensidad de las horas. La sonrisa que traza un horizonte arqueado de inocencia y de la carga sobre su lomo, es el suspiro que ejecuta la esperanza e ilumina la noche del bosque encantado, sorteando árboles parlantes y engaños maliciosos de un fauno cautivo del dominio humano, envenenado tras tanto pensar y padecer pensamientos ajenos. Allá vas, saltando inquieta de casillero en casillero, aprehendiendo el juego de la vida de a saltitos inestables y efímeros pies sobre la tierra. Segundos de magia. Horizontes que se disfrazan de vos en el extremo de los días. Y mientras tanto, yo me esfuerzo vanamente por un adquirido título nobiliario. Cómo quisiera ser el príncipe que te viviera cuarenta y tres veces al día, con el simple movimiento de mi silla. Amputando así de cada sentimiento, su innecesaria cuota de tristeza.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
2:36
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