domingo, 25 de abril de 2010

DXXI: Terapia en el Cilindro.

Salí tarde, di mil vueltas, me sacaron una hermosa foto que me muestra sin cinturón -no interesa que les explique que no quiero abrocharme a la vida como rezan los carteles-, agarré Acceso Oeste en lugar del Puente Pueyrredón y doblé mal en la bajada. Al final, llegué al Cilindro, 20 minutos tarde, como mínimo. Ni pregunté como iban, estaba bastante introspectivo se ve, me dediqué a ver el partido apretado, agarrado de un tirante y bajo la bandera de los Racing Stones con quienes tanto me identifiqué en los días de la pre-adolescencia. La popular repleta, las plateas de arriba igual, como si Racing estuviese peleando el campeonato y no liberándose del mal sueño de la promoción. 

Gente linda, intelectualoides rockeros, como alguna vez generalizó un tipo de la tele que ahora no recuerdo. Y una bandera que me hizo sonreir: Soy de Racing, luego existo.

La filosofía llega a lugares inimaginables, pero el fútbol no es uno de esos. El fútbol ES filosofía. Una parte al menos, la que más me gusta y me atrae por estos días. El "permiso" que piden los barras de pelo largo, liso y dorado, para pasar entre la gente. El código. Ser uno más y entender de respeto. A veces entenderlo a la fuerza y de formas poco democráticas, pero qué más que el hombre en su mayor expresión de naturalidad es una popular de domingo. 

Termina el primer tiempo y me acomodo un poco mejor en el tirante para que no me corran los otros que también son el hombre natural en su máxima expresión, pero al contrario, los que no me gustan y no me atraen. Los que pasan empujando y tirando a la gente escalones abajo y, sin embargo, sonriendo. Esos que llegan a sus fines sin importar los medios. Esa es la otra parte, que también existe; tanto en la cancha como en la calle. Y entonces la terapia que había comenzado con la exhibición de estímulos para que mi corazón reaccionase, se tornó psicoanalítica y me dejó asociar libremente todo lo vivido en mi infancia, mis sentimientos actuales, mis miedos de siempre o los nuevos, los debates internos. 

Vi al otro, desaparecí por un instante. Comprendí que el único regulador y el único límite es uno mismo y su corazón. Toda regla, toda ley, toda norma o todo código, es fácilmente quebrantable. Relativismo absoluto, todo puede dar lo mismo. No existe un sentido determinado para cada una de las cosas, sino que las valorizamos simbólicamente en la relación que se forja en su interacción con el ambiente y con nosotros mismos. Todo parece colgar de una nube. 

Sale Racing, vuelvo a la realidad.

Igual parte de mí no estaba en ahí viendo a De Olivera saludar a su gente y a éstos retribuyéndole el cariño con un grito y un aplauso. Una parte seguía pensando que el límite es uno mismo, y por lo tanto, la única regla que vale la pena respetar es la interna. Quién supiera sobre que cimientos se constituyó esa única pulgada de integridad. Quizás en nuestra infancia con las canciones de mamá y las sonrisas de papá, o en los cuentos que nos leyeron. En la modestia de una vida peleada pero atravesada persistentemente con sonrisas, magia y buenos momentos. 

Frente a Osiris será muy tarde. Ser juzgado por un Honorable Juez terrenal -¡y argentino!- es absolutamente contradictorio, y por tal, inconducente. Mejor sería elegir mejor cuando somos nosotros mismos quienes estamos en la posición de jueces. En cada momento. En elegir quebrantar una ley, o un código, o una norma. Porque a veces, la gran mayoría, eso lastima adentro. Revuelve el estómago, deprime el pecho y dirime la capacidad pasional. Entonces escalamos una montaña rusa de desenfreno buscando la pasión perdida, porque ya no queremos siquiera volver a vernos en la situación decisiva. Esa pulgada no puede ser perdida. Es lo único que tenemos. Es una huella espiritual única, el DNI del alma que se pierde con nuestro espíritu cuando cruzamos el umbral hacia los paraisos de lo desconocido. 

Pido perdón a cualquiera que pueda haber perjudicado mientras jugaba a la montaña rusa, mirando persistentemente mi ombligo para intentar estar mejor. Hoy intento volver a creer en ángeles y estrellas, o en la suavidad de un café con miel por la noche tenue de la literatura. 

Puedo ser más aburrido de lo que muchos quieran. Puedo sufrir más de lo necesario. Puedo elegir ese camino u otro. Pero prefiero el sufrimiento con mi pulgada de integridad intacta, a la sonrisa hipócrita del divertimento superfluo.

Gol de Martínez, se vino abajo la tribuna y yo agarrado al tirante zafé de la caída, me avalancé sólo unos escalones, me vi de cara a la gente gritando el gol y abrazándolos a todos, fundiéndome simbólicamente a falta de alguien a quién abrazar. Minutos de buen fútbol, sólo minutos, y gol de Bieler. La escena se repetía. En el Este y el Oeste, en el Norte y en el Sur, brillará blanca y celeste, La Academia Racing Club! 

No quise irme. Esperé parado hasta que se abrieron las puertas, y mirando atónito ese inmenso salón terapéutico, comencé a salir entre las risas de las familias, los chistes de los borrachos y los juegos de los nenes que tanto tienen por vivir. 

No puedo cerrar este escrito de otra forma que dejándoles un deseo muy profundo a todos los que estuvieron -y están- conmigo en las buenas, pero más me soportaron o sufrieron en las malas. En estos tiempos que no fui yo. Y ese deseo, no es otro símbolo que las palabritas mágicas: Por favor, perdón y gracias.

5 comentarios:

Daiana dijo...

Sublime.
... "Pero prefiero el sufrimiento con mi pulgada de integridad intacta, a la sonrisa hipócrita del divertimento superfluo."..

- Pablo B - dijo...

Que lindo que escribis pibe, que lindo.
Te quiero.

Mauro Fernández dijo...

Gracias Dai. No sabés cuánto mejor me resulta el exterior bombardeando un interior sólido, a enjabonarme de idiotez y que todo me resbale, mientras por dentro no siento nada más que culpas o remordimientos.

Pablín, gracias por el elogio, pero la fuerza de la respuesta te la mando en tres palabras muy femeninas: YO MÁS, TONTO!

María Celeste Carunchio dijo...

Fuera de contexto y habiendonos vivido te digo: "si no fueras un reflejo diría que estoy ahí" Gracias Pque..nunca me voy a olvidar de la panza arriba mirando las estrellas. Te quiero nene!

Mauro Fernández dijo...

Que noche, Teté! Y eso que sólo me hiciste masajes en las manos... Tan lindos pueden ser algunos momentos con tan sólo poder gozar de una compañía.

Gracias!