jueves, 8 de abril de 2010
DII: Hablemos de amistad
Un amigo está ahí. Un amigo está. Otro amigo, ahí. Terminología abstracta, lejana y difusa como el polvillo de la grava recorrida que le llueve al cielo. Un amigo está ahí, y yo no supe sentirlo. Charlie no supo sentir ni decir papá, así que no me preocupo. Pero al final, el papá está. Y el amigo está. Ahí o acá, pero que lindo es que esté. Los tiempos y respetos, la empatía de vibrar en la misma frecuencia, en syncro, a un tempo congruente y consistente, aunque tan cambiante que no haya melodía capaz de soportarlo. Amistades de botellas vacías y vasos medio llenos. De atardeceres y amaneceres, y de noches acompañándose en la ruta. Fieles. Un amigo está ahí, otro acá, y uno desconocido hace dedo buscando tránsito más que destino:
-¿A dónde vas?.
-A la tierra inalcanzable, pero voy y voy con vos.
-¿A cumplir tus sueños?
-A soñar mis sueños.
-¿Para descansar de la rutina?
-Para soñar mis sueños.
-¿Y nada más? ¿Y de pensás vivir?
-Con qué -dijo, enfatizando el con-, querrás preguntar en todo caso... Y respondete fácil mirándote al espejo.
-Pero de un amigo no se vive.
-Ni tampoco del dinero, ni la materialidad.
-No, pero al menos tenés la libertad de hacer cosas; viajar, comer afuera, ir al cine...
-Tenés la responsabilidad -lo interrumpe-, de su cuidado, su administración, y de convertirte en el esclavo de tus posesiones.
-Y sin nada no tenés la libertad de tener todo lo que te dije antes.
-Tener, tener, tener... No se trata de tener, se trata de sentir. Y de estar. Y al fin y al cabo, mi amigo, acá estamos.
-Puede ser, qué se yo -dijo, dubitativo. Yo tomo la 3 acá hasta Paysandú, ¿querés seguir?
-Me bajo acá, me gusta el mar y el horizonte. La Interbalnearia es mi lugar inalcanzable. El tránsito es mi tránsito, y las aguas son mis aguas. Esas posesiones que no se tienen, que son. ¿Querés acompañarme?
-¿Y, pero sabés qué pasa?
-No se contesta una pregunta con otra pregunta, ¿querés venir?
-Si.
-Y vamos.
-¿A dónde?
-A la tierra inalcanzable, pero vamos. Y vamos juntos.
Y se fueron juntos, ni tan inmiscuidos en su propio vacío personal, ni tan atados a sus franqueables verdades. Juntos y agradecidos por haber encontrado alguien tan par y a la vez tan dispar, para compartir un rato junto al océano azul. Un amigo está ahí, otro acá, y aquel quién sabe.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
11:45
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