lunes, 5 de abril de 2010

D: de descubrimiento



D. De de dedo. De de didascalia -de las palabras que conocí, una de las más bellas-. De que se bate a duelo frente a un espejo infiel, de de dar y de de propiedad. De de quinientos, de de dos mil y también de dos mil diez. El ámbar de un crepúsculo charrúa, fundiéndose con el alunecer contiguo del horizonte y la ruta sola. De de historias, de de Uruguay. Del otro lado del charco. Encandila el retorno del viajero empedernido, nubes de luz y polvo entorpecen la mirada y la vuelta a casa sobre el asfalto. La galaxia entera sobre nosotros, casi tan cierta como la certeza de que somos las hojas que abraza el aire y enaltece la Sudestada. Historias contadas con mate en mano y termo abajo del brazo. Aves migratorias brindando a su salud en el Roldós del Mercado, quebrando la tarde en un ahogo de Medio y Medio. De de mitos y de leyendas. De de desesperanza en una ciudad tan gris como esos días que uno omite en su biografía. De de Ismael susurrándote al oído. De de vuelta a casa y de de ganas. De de ganas de descubrirte.

2 comentarios:

Ma. Eugenia dijo...

D de ganas de descubrirte...

Mauro Fernández dijo...

Y de de descubrir al mundo entero. Otro mundo, su mundo, tan ajeno y tan igual al nuestro. De de divisar reflejos en el horizonte de su mirada. De de empatía y de descifrarse. De de dolor o de debilidad. De torpeza y disonancia. De de decir adiós.