No es tan fácil como parece, ni tan automático como imaginamos. Subir una escalera es por lejos más complejo que poner un pie por sobre el otro en ese pliegue de suelo que tan perfecta y minuciosamente, Don Julio supo describir. Las escaleras se suben con la mente, se acostumbran al escalón presente, se cansan, rompen en llanto y combaten por seguir teniendo pliegues que la sorprendan. La simpleza de unas hojas de cuaderno manchadas con tinta en forma de letras, la inquietud e investigación previas a fin de hacerse del lugar físico remitente, la puerta abierta a un mundo personal tan profundo como el azul de un cielo boliviano; manifestaron el arte de dibujar nuevos pliegos en la escalera de las relaciones interpersonales y de los conocimientos mutuos. Las respuestas no siempre llegan. Otras sí, pero los barcos en alta mar se toman sus meses -y hasta años- en entregarlas. El feedback parece evidente, y lo más hermoso -así como también lo más caótico- es la incertidumbre. Gracias artista, por pintar un escalón más en la escalera.
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