domingo, 18 de octubre de 2009

CCCIL:

Me encanta dejar el título en blanco antes de escribir, me da libertad, autenticidad, verosimilitud. Quizás escriba de las madres en su día, quizás de lo increíble y abarcativo que puede ser el ilusionismo que no conciba sus trucos como propios. Quizá escriba de viejos amores reencontrados con nuevos filtros en el corazón, o incluso, tal vez, regale públicamente los puntos que merece la serpiente que me dio vuelta la mente y el corazón. La que moldeó mi sentir, mi discurso y mis letras. Con el título de cada escrito en blanco, puedo incluso dejar el escrito en blanco. Teñirlo de grisáceo pasado, o del rouge de la tierra mochilera cuyo polvillo se inmiscuye sin permiso en los pulmones de la vida, dándole eternidad. Puedo hablar claro o confuso, describir imágenes o dejar que una hable por mí. Puedo mirar al cielo y ver el sol, puedo mirar la arena y ver cómo el viento de Las Toninas serpentea opuesto a mi dirección. Puedo llorar sobre el teclado por amor; puedo hacerlo de nostalgia. Puedo elegir morir en este instante. Puedo tomar este cuchillo y hundirlo sin piedad en mi muñeca, tiñendo la vida del bordó de la sangre. Puedo seguir viviendo como si nada, y puedo empezar a vivir como si todo. A vivir como vale la pena. O, claro, también puedo escribir todo lo que puedo escribir, y realmente no escribir sobre nada. Eso es lo delicioso de la palabra. Eso es por lo que hoy, prefiero que quede así. Real.

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