viernes, 18 de septiembre de 2009

CCCXXVII: La lágrima

Hoy a Buenos Aires lo envuelve la lágrima. Pararse firme con falso estoicismo en la parada del colectivo frente a un Luna Park tan gris como el cielo nublado de las almas porteñas; esa es la postura. Pararse firme, estrechar en un abrazo las pestañas superiores con las inferiores y dibujando unas deplorables patas de gallo en la esquina de los ojos, dejar caer la lágrima como se deja caer al pasado en el puño entreabierto del olvido, siempre dispuesto a triturarlo. Así, quizás, cuando la enorme hilera de prójimos se inyecte sobre ruedas sin dudarlo, pueda sentir el regocijo -ese yunque que se suelta en salto suicida del pecho al piso- de saber que no está sola.

1 comentario:

Mauro Fernández dijo...

Basado en un hecho real.