sábado, 12 de septiembre de 2009
CCCXXI: Bisagra salomónica
La elegimos quizás sin dar con la palabra correcta, el acuerdo buscado. Pero allí estaba preescrita para nosotros, como estuvo la chispa que soltó las cuerdas de esa jauría enajenada de amor. Coliseos perfumados de añoranza se erigen en las polis del mañana. Inédita interacción temporal, donde las agujas por vagancia perecen quietas, más las horas corren desquiciadas tras los inviernos perdidos. Decisiones salomónicas sin vencedores ni vencidos, más que las partes intrínsecas de una relación contractual de pertenencia momentánea. Amorío, suelen decirle los nobles aristócratas resfregándose el corazón con los calzones de la Reina. En el Parnaso, nuestros dioses, prefirieron llamarla inmortalidad.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
7:00
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