lunes, 23 de agosto de 2010
DLXXVII: Carrera al sol
Recuerdo aquellos tiempos de libros prestados y desafíos tan inconducentes como jugarle esa carrera al sol que se filtraba por la rendija de mi ventana, ya con ojos orientalizados, con el fin último e impostergable de leerte de corrido. Renglón tras renglón, descubrirte se hacía insoportablemente cruel. Cruel por la lejanía, por esa física distancia ante semejante cercanía. Esa misma que, tanto como el amor, desgarra el pecho sin hacerlo veramente, sin bendecirnos con la extremaunción, librándonos así a toda una vida de incertidumbre, soñándote conmigo y sabiéndote aún ajena. El desafío no era al sol, el desafío era a tu abrigo, a tus brazos como tenazas enalteciéndome -y anidándonos- en un amor inclaudicable. Te leo repetida y me enloquezco por sentirte. Por apretar esos dedos una vez más, por rozar bajo la frazada del invierno nuestros cuerpos con tan poco miedo, con tan pocos límites. Quiero jugarle una carrera al sol, y ganarle por añares. Ser la liebre que, sin pausa, cierra el libro y sigue leyendo. Ahora otra historia, una cierta. Una con vos.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
21:36
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5 comentarios:
¡Qué hermosura Fernández! Y después se quiere distinguir de los Benedettis usted. Creo que me gusta cómo escribe porque huele, degusta, toca, mira y escucha con sus palabras.
¿De qué planeta será la maravilla que lo inspira?
Qué post gomoso.
Beso!
(y no me pregunte quién es)
Añares de distancia. Con Mario. Con ella.
Piantó el lagrimón ¡Que la distancia no existe para lo soñadores, carajo!
El amor y la distancia, tan símiles hasta en sus dolencias. De hecho, es ilusión de distancia, ya que una real no dolería ni sería capaz de lastimarnos.
Todo está cerca, más de lo que parece.
Una mujer que no paraba de reirse, y había perdido a lo que más amaba en el mundo, se me acercó en medio de la fiesta -algo borracha- y me dijo al oído "¿Sabés qué pasa? El dolor de no tenerlo es gigante. Pero la alegría de haberlo tenido es infinita"
Salió en todas las fotos de ese día riéndose.
Parece una patética historia sensibilizante, pero me pasó el sábado y entendí como nunca lo que significa "la alegría de la lucha".
Abrazo, te quiero.
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