domingo, 15 de agosto de 2010
DLXXI: Semillas de primavera
No tengo necesidad de escribir, me invento. Me invento necesidades y momentos porque prefiero inventar a tener, y soñar a cumplir. Elijo escribir porque antes -sin saber desde cuándo, como en un sueño-, te elegí a vos. Y sentí reciprocidad en el encuentro, en las miradas. Tras los áureos crujidos que regaló este otoño, fue llegando la gelidez del miedo. Ese distante, encubierto y malicioso, que alejaba el invento de toda realidad. Y ahora te escribo, porque te siento. Pero no así aquel momento, siempre detesté forzarme. Encuentros simétricos, lugares comunes que se tornan trillados y a la vez, perfectos. La dulzura de tu compañía en cada encuentro, aunque con dos lágrimas de fernet para no aventurarnos a cruzar el umbral; y morir más allá del espejismo, sin llegar a penetrar otra realidad posible. Sin sembrar en ella, o en mí siquiera, esa primavera que florece de a dos, al menos una vez al año. Sin amalgamarnos en la rosa que crece vertiginosa, sin aventarnos de clavado a un futuro distinto al que imaginamos.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
6:45
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