martes, 7 de julio de 2009
CCLXX: La herencia perdida
La lengua se adapta a la fuerza. El habla portuaria la arrincona contra la pared y la obliga a enunciar superfluos “vos”, sobre la magia azul y desgarrada de un tuteo abandonado. A veces quisiera simplemente tutearte. Las estrellas mueven los hilos de nuestros días, en la interpretación más bella de los principios constantes, de los finales eternos. Sobre vuestros párpados cansados, suele sosegar su alma el ángel de la incertidumbre, deslizando en su sueño el bautismo infinito de sus penas inmaculadas. Anímate a susurrar a su oído la estrofa ausente de la despedida, la alquimia de los cuerpos y el capítulo último de una biografía temprana.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
0:37
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