Lo entendí. O al
menos empecé a sentir cómo el corazón pierde su batalla por voluntad meramente
propia. Vi cómo los anhelos de un “hombre nuevo” o un “mundo distinto”, fueron
invenciones minuciosamiente trabajadas y diagramadas en los confines del
pensamiento; en su ultratumba. La injusticia es tal porque hay conciencia, y la
noción de retribución equitativa es en cuantía una pasión pensamentista. La
represión de los impulsos en nombre de un sentimiento que subyace al mismo
deseo, no sólo es retorcidamente cerebral, sino también hipócrita e injusto
para con los verdaderos sentimientos (los que se sienten, aquí y ahora).
La bondad, la justicia,
la fidelidad, la igualdad, la verdad y hasta la conciencia de duda; son
los hijos directos y aún umbilicales de la neurona gobernadora del Reino del
Hombre. Claro que sentimos hondo, que duele en las entrañas y que nos pueden
hasta brotar lágrimas suicidas al presenciar una injusticia en cualquier parte
del mundo; pero el móvil, la génesis de esa angustia, de ese dolor, no es otro
que la razón constante.
Me asumo un asqueroso racional, un torturador de sentimientos, el genocida de mil deseos expresados y hechos realidad. Vivo apasionadamente los pocos sobrevivientes, los trato con vehemencia juvenil, los rescato del fuego extinto. Esos me mantienen vivo. No tengo razón. La razón me tiene.
Me asumo un asqueroso racional, un torturador de sentimientos, el genocida de mil deseos expresados y hechos realidad. Vivo apasionadamente los pocos sobrevivientes, los trato con vehemencia juvenil, los rescato del fuego extinto. Esos me mantienen vivo.
¿Pero el sentido de
mi existencia? ¿Lo que me mueve de indignación para encontrar algún nuevo
sentimiento por ser salvado? Mi razón negándose a aceptar lo inaceptable; mi
conciencia que no duerme tranquila si antes de hacerlo no movió al cuerpo
idiota que tiene puesto a hacer algún movimiento tectónico que transforme el
mundo como lo ve. Me caga y me salva la vida. Es extremo. Tiene fines loables.
Tiene medios conchudos, o, al menos, discutibles. Es el disparo que abre el
portal al mañana. Es el amor.
01/10/11
Edimburgo, Escocia
No hay comentarios:
Publicar un comentario